El Covid-19 es el último de los siete tipos de coronavirus descubiertos hasta la fecha. Estos patógenos constituyen la subfamilia Orthocoronavirinae, dentro de la familia Coronaviridae Su nombre deriva del latín corona, en apelación a la característica morfología que tienen estos patógenos vistos bajo el microscopio, semejante a una corona solar. Pero como se comporta al interior del cuerpo humano:
- Como todo coronavirus, este está compuesto por un núcleo de ARN (la abreviatura de ácido ribonucleico, el material genético del virus) y una membrana lípida glicoproteica de la que sobresalen varias proteínas con distintas funciones. La proteína S permite al virus penetrar en las células, la proteína E es clave para infectar a otras células y la proteína N les permite camuflar el material genético.
- El SARS-CoV-2 penetra en nuestro organismo generalmente a través de las gotitas en suspensión que aspiramos por la nariz o la boca. Una vez llega a la célula del huésped, penetra en sus células a través de una proteína llamada ACE2, que le sirve de ‘apertura’ de la cerradura celular.
- Una vez dentro de la célula, el virus empieza a replicar su material genético gracias a la maquinaria celular humana, que, una vez infectada, se pone al servicio completo del patógeno. El virus deposita su ARN en el citoplasma de la célula, y allí toma contacto con los ribosomas, los centros celulares de traducción del material genético y en los que se sintetizan las proteínas. De manera normal en los ribosomas se lee el ARN y se transforma en una secuencia de aminoácidos que acaban formando las proteínas. He aquí donde se produce la ‘confusión’. La célula humana interpreta el ARN viral como propio, y sigue las instrucciones para replicar el ARN viral como si fuera propio.
- Cuando el material genético vírico ya se ha multiplicado, la célula humana también produce las proteínas que complementarán la estructura vírica, hasta completar la formación los nuevos virus.
- Una vez están listos destruyen la célula y salen al exterior para infectar nuevas células. Cada coronavirus es capaz de crear hasta 100.000 réplicas, que se van multiplicando exponencialmente según avanzan por el cuerpo humano hasta causar estragos en el organismo del huésped.
¿Quién se beneficia del Coronavirus?
Fábricas cerradas, autopistas vacías, calles desérticas… son estampas que se repiten en todo el mundo a medida que la pandemia de coronavirus avanza inexorablemente. El parón brusco de las actividades humanas tiene, paradójicamente, un gran beneficiado: el medio ambiente. El descenso de la cantidad de desplazamientos en vehículos a motor, la disminución de la producción industrial y el consumo se traduce en menos contaminación, aguas más limpias y cielos más claros. Desde China hasta Venecia, Barcelona o Madrid, estos son algunos de los efectos secundarios positivos de la crisis sanitaria.
En China, mejora drástica de la calidad del aire.
Los datos no mienten. A lo largo de todo el mes de febrero, el primero del largo confinamiento que lleva la provincia china de Hubei, el promedio de días sin contaminación atmosférica aumentó en un 21,5% en comparación con las mismas fechas del año anterior, según un informe del Ministerio de Ecología y Medio Ambiente de China. Asimismo, las imágenes de satélite publicadas por la NASA y la Agencia Espacial Europea mostraban una reducción drástica de las emisiones de dióxido de nitrógeno en las principales ciudades del país.
En el norte de Italia: niveles insólitos de dióxido de nitrógeno.
Algo similar ha acabado pasando en Europa, donde la oleada de confinamientos producidos durante los últimos días también se ha traducido en una mejora drástica de la calidad del aire. Así lo revelan los datos del satélite Sentinel 5P, en los que se aprecia una reducción significativa de la contaminación atmosférica coincidiendo con las medidas drásticas de confinamiento tomadas en los últimos días. La animación muestra las fluctuaciones de dióxido de nitrógeno entre el 1 de enero y el 11 de marzo de 2020.
- En Madrid y Barcelona, aire más puro.Según datos del consistorio de la capital de España, la ciudad ha reducido la contaminación atmosférica hasta en un 35%, debido principalmente a la combinación de dos factores: las medidas de confinamiento por el coronavirus y la inestabilidad meteorológica. Los datos facilitados diariamente por el Sistema de Vigilancia de Calidad del aire del Ayuntamiento de Madrid no dejan lugar a dudas: durante los días de confinamiento, los cinco distritos de la ciudad cuentan con medidas catalogadas dentro de la categoría “muy bueno” del índice de calidad del aire. Por su parte, en Barcelona los datos de la Generalitat indican que las concentraciones de dióxido de nitrógeno (NO2) se redujeron a la mitad tras solo tres días de confinamiento.
- En Venecia: aguas cristalinas.
En las redes sociales abundaban el pasado fin de semana en las que se distinguían los canales de la ciudad de Venecia como pocas veces se habían mostrado: completamente limpios. En algunas zonas incluso se observaban rincones con aguas cristalinas que cobijaban incluso algunos pequeños bancos de peces que se habían aventurado en los canales desde la laguna o desde el mar. “La laguna se apropia de Venecia, sin vertidos y sin tráfico, se puede ver el fondo de los canales. Deberíamos reflexionar sobre la explotación del turismo turístico en Venecia “, escribía en Twitter Palli Caponera en una fotografía en la que se observa una barca sobre aguas cristalinas. Con menos tráfico por los canales, los sedimentos arrastrados por las embarcaciones vuelven al fondo, reduciendo considerablemente el agua turbia y devolviendo a Venecia una estampa digna del más bello cuadro renacentista.
Para medir la velocidad de una epidemia, los científicos se basan principalmente en dos aspectos: el número de personas que infecta cada portador del virus y el tiempo que tarda en propagarse. El primer concepto se denomina ‘número de reproducción’, mientras que el segundo es el ‘intervalo en serie’. La vertiginosa curva de contagios de la última cepa de coronavirus hace pensar que este nuevo agente infeccioso cuenta con las dos cualidades, lo que no imaginaba la comunidad científica es que su capacidad de ataque podría ser altamente efectiva incluso cuando el portador no muestra síntomas.
Un equipo de investigadores de enfermedades infecciosas de la Universidad de Texas en Austin querían averiguar cuál era esa tasa de infección con independencia de la sintomatología, y descubrieron algo sorprendente: el tiempo de contagio entre casos de una cadena de transmisión de menos de una semana, y más del 10% de los pacientes se infectan por alguien que ni siquiera presenta síntomas, lo que da una idea de la extrema velocidad que de transmisión que adquiere el coronavirus en muy poco tiempo.
Un segundo contagio cada cuatro días
Para medir el intervalo en serie, los científicos observan el tiempo que tardan los síntomas en aparecer en dos personas con el virus: la que infecta a otra y la segunda persona infectada. Los investigadores encontraron que, en China, el promedio de contagio era de unos cuatros días, lo que da una idea de la capacidad exponencial de transmisión del patógeno.
La profesora Lauren Ancel Meyers, involucrada en el estudio, compara la velocidad de propagación del coronavirus con el del Ébola, cuyo intervalo de propagación dura varias semanas. «Ante semejante amenaza no hay más remedio de movernos rápidamente», asevera la especialista, quien, junto a su equipo, examinó más de 450 informes de casos de infecciones de 93 ciudades en China, con información extrapolada sobre las cadenas de transmisión de personas infectadas basadas en sus declaraciones.
Pacientes sin síntomas
La investigación, publicada en un paper de la revista Emerging Infectious Diseases, es uno de los primeros estudios que recoge las transmisores asintomáticas del nuevo coronavirus, por lo que podría servir a las autoridades para hacerse una idea de las dimensiones de la amenaza. Sus conclusiones son claras: hasta el 10% de todos los contagios procedían de un paciente que no presentaba síntomas de la enfermedad.
«La transmisión asintomática hace que la contención del virus sea tremendamente complicada», asevera Meyers en una nota de prensa de la Universidad de Texas, lo que justificaría, según los especialistas, las medidas de control más drásticas, como las cuarentenas, los confinamientos o las restricciones de viajes. «Nuestros descubrimientos quedan sobradamente probados por el crecimiento exponencial de los casos en todo el mundo, que solo pueden frenarse con ayuda de medidas extremas», sentencia la especialista.